No podemos desconocer que la Iglesia Católica, desde su acción evangelizadora, se preocupa por acompañar el mundo educativo, lugar por donde transita nuestros niños y jóvenes en busca de sentido, donde los padres de familia y cuidadores ponen su confianza, pues es allí donde se logra el desarrollo humano de la persona.
Hoy el mundo educativo afronta situaciones que van desvirtuando su importancia, porque ahora prima la adaptación al mercado y sus demandas, de igual manera, aparece el Estado que en los últimos 30 años nos ha guiado por múltiples reformas educativas. La preocupación por obtener resultados cuantitativos, responder a indicadores y cuadros de evaluación. Aparece el secularismo y el relativismo. La modernidad separó lo espiritual de la enseñanza, dejando claro que la instrucción no pasaba por Dios, y menos aún por la tradición cristiana. Así encontramos una creciente separación de todo lo que pueda ser trascendente.
Ante dichas experiencias y desgastes que vive el mundo educativo, hoy la evangelización de la educación necesita un modo de acercarse, no desde grandes máximas, sino desde la búsqueda humana y sencilla de Dios. La evangelización educativa comprende un modo de relacionarse con Dios como gratuidad, comunión y amor incondicional, capaz de fortalecer el proyecto de vida de cada niño y joven que sueña con el ideal de lograr un autentico desarrollo humano. Esto no se da solo. Debemos apoyar a los maestros, fortalecer en los hogares la enseñanza de valores y principios que van marcado la existencia humana y ser portadores de esperanza y vida en toda la labor que tiene el mundo educativo.
Seminarista Fabián Andrés Castro Blanco
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