El libro de los hechos de los apóstoles nos dice que los miembros de la Iglesia naciente compartían todo lo que tenían y que estaban pendientes de las necesidades de los hermanos para apoyarlos (Hechos 2,42-47). Esta primera comunidad entendió la importancia de compartir, descubrían que eran hermanos, hijos de Dios, y es que el corazón les ardía de amor y ese amor sólo se podía expresar en la solidaridad y ellos en el “afán” de que otros se sumaran a esa gran experiencia que Jesucristo resucitado les había dejado desbordaban de ese amor y con ello atraían a otros a seguir a Jesús y a hacer vida cuanto Él había enseñado. Cuánto diera la Iglesia hoy para que esa experiencia se continuara viviendo con ese ardor y compromiso en medio de sus comunidades. Es que esa comunidad naciente tenía el ardor de la vivencia de Jesús, ardor que se debe recuperar, eso es conversión
El apóstol Santiago, ya con una comunidad más formada cuestiona la fe; la Iglesia va creciendo, a ella se van adhiriendo más personas, pero la fe no es solo de palabras o doctrina, la fe debe llevar a un estilo de vida, a una forma de vida, a un vivir en donde la fe por la vida misma debe revelarse o testimoniarse. En este sentido dice el apóstol: “muéstrame tu fe sin obras, que yo por mis obras te mostraré mi fe” (Santiago 2,17-18). Hoy día en nuestro contexto colombiano podemos decir que los templos se llenan, eso se dice el miércoles de ceniza, o los días santos, o en fiestas como la Virgen del Carmen. Al ver eso y al analizarlo, vale la pena el cuestionarse como lo hace el apóstol Santiago, porque … ¿dónde están las obras, por qué hay tanta desigualdad, por qué tanta pobreza o niños maltratados, por qué guerras y violencia? Se cree en Dios, pero no se descubre en el rostro del hermano. La fe se vive en comunidad y se expresa en la comunidad por medio de las obras.
Pero el verdadero punto de referencia es Jesús. El da una gran enseñanza, le preguntan cuál es el mandamiento fundamental y Él responde “amar a Dios sobre todas las cosas”, pero añade que hay uno segundo en igual de importancia “amar al prójimo” (Mateo 22,36-40), Ahí se resume el deber ser del cristiano. Cuando se descubre que en el prójimo se ama a Dios y que en el prójimo está la presencia de Dios. El servir, el compartir, el ayudar, el ser solidario se hacen parte de la vida, porque se deja a un lado el individualismo y la indiferencia. El amor de Jesús no tuvo límites ni excepciones y ese es el amor que tenemos que imitar. Un ejemplo de ello es Jesús que ama a los que le siguen y al ver que no tienen qué comer siente compasión y pide se les dé de comer, mueve a los discípulos, a los que tienes algo para encontrar solución; toca el corazón y la sensibilidad y hace que compartan, ese es el gran milagro de la multiplicación de los panes y de los peces (Marcos 6,30-42), milagro de Jesús que podemos seguir prolongando,
El Papa Francisco lo señalaba en uno de sus discursos: “En medio de la crisis, una solidaridad guiada por la fe nos permite traducir el amor de Dios en nuestra cultura globalizada, no construyendo torres o muros que dividen, sino tejiendo comunidad y apoyando procesos de crecimiento verdaderamente humanos y solidarios. Y para esto ayuda la solidaridad. Hago una pregunta: ¿Yo pienso en las necesidades de los otros? Cada uno que responda en su corazón” (Audiencia general del Papa Francisco, miércoles 02 de septiembre de 2020)
¿Qué busca la Campaña de Comunicación Cristian de Bienes que la Iglesia Católica viene realizando hace más de 40 años? Busca fomentar la solidaridad y sensibilizar a brindar apoyo a quienes se vean afectados por circunstancias sociales o ambientales. Por eso durante la cuaresma, fruto de la sensibilización, se recauda dinero de los feligreses, colegios, universidades para ayudar a quienes sufren. Es la solidaridad hecha obra para apoyar las obras sociales de la Iglesia, es evangelizar con obras concretas frente a necesidades concretas. Y es que no hay camino de conversión si no se hace solidaridad, si no se hace realidad en el prójimo.
La Diócesis tiene necesidades propias como la consecución de terrenos para templos y la construcción de los mismos. Hay hermanos que necesitan ser evangelizados, que necesitan escuchar la Palabra, que necesitan del amor de Dios. Hay realidades que necesitan ser transformadas y la Diócesis tiene proyectos que responden a esas necesidades. Es el momento para responder al llamado solidario que Dios nos hace en esta cuaresma, por eso acércate a la parroquia y contribuye solidariamente. El amor a Dios en el amor a los hermanos.
Pablo Emigdio Beltrán Triana
Centro para la dimensión social de la evangelización