El Diaconado Permanente hunde sus raíces en el libro de los Hechos de los Apóstoles cuando los Doce, eligen un grupo de varones que serán los encargados del “servicio de las mesas”. Fueron siete los diáconos elegidos en aquella oportunidad, encabezados por diácono y protomártir Esteban, para que con su ayuda el proceso de evangelización naciente, no se detuviera por falta de servidores que ayudaran a las familias que estaban inmersas en el arduo y exigente trabajo de predicar el Evangelio. (Hechos 6,1-6). Este ministerio estuvo ausente de las actividades de la Iglesia hasta que el Concilio Vaticano II lo revivió en el año 1964 tal como lo anota la Constitución Dogmática Lumen Gentium en su numeral 29, “este diaconado podrá ser conferido a varones de edad madura, aunque estén casados”, para servir al Pueblo de Dios en el ministerio de la Liturgia, de la Palabra y de la Caridad. Hoy en nuestra diócesis tenemos la gracia de contar con varios diáconos permanentes que en sus parroquias apoyan de diferentes maneras en las labores que les son encomendadas por el Señor Obispo y por los párrocos.
El matrimonio del diácono permanente y su esposa es a la vez una gracia y un reto, para su familia y para la Iglesia, la esposa comparte la sacralidad de su matrimonio con la Iglesia para edificarla y construirla. Esta dinámica ofrece una perspectiva única sobre el matrimonio y la familia dentro de la Iglesia. Ambos sacramentos, el del matrimonio y el del orden en grado diaconal, confieren mayor fuerza, es un compromiso sagrado entre un hombre y una mujer que se unen en amor y fidelidad ante Dios y con su ejemplo y servicio, edifica la Iglesia y el pueblo de Dios. A través del sacramento del matrimonio, el diácono permanente y su esposa se comprometen a amarse mutuamente como Cristo ama a la Iglesia, compartiendo juntos hasta la muerte; una vida de fe, esperanza y caridad. En medio de la labor del Diácono Permanente dentro de la Iglesia, de la mano con su esposa, llega el consejo del Papa Francisco quien anota que; “Lo que permite a los esposos permanecer unidos en el matrimonio es un amor de donación recíproca sostenido por la gracia de Cristo” (Angelus 7 de octubre de 2018), por tanto el diácono debe vivir y dar testimonio con su vida matrimonial en el gozo y compromiso de vivir esta doble sacramentalidad, que la Iglesia de Cristo Siervo le invita a vivir en todas sus dimensiones.
La familia es el ámbito por excelencia donde se comunica el amor a Cristo, y para el diácono permanente donde desarrolla mejor su papel. Sabemos que la familia es el núcleo fundamental de la sociedad y la Iglesia, en ella es donde se aprenden los valores cristianos y se cultivan las virtudes de amor, perdón y servicio. Los diáconos permanentes, al ser parte de una familia, tienen la oportunidad de vivir y compartir su fe en un contexto familiar, inspirando a otros a hacer lo mismo. El diaconado permanente, el matrimonio y la familia se constituyen así en tres pilares fundamentales de la vida cristiana. Cada uno ofrece oportunidades únicas para el servicio, el crecimiento espiritual y la construcción de la comunidad. Al reflexionar sobre estos temas, podemos apreciar la riqueza y la belleza de la vida familiar dentro de la Iglesia Católica.
Por intersección de San Lorenzo Diácono y Mártir, patrono de los Diáconos Permanentes, rogamos que sus trabajos sean cada vez más fecundos en el interior de la Iglesia y que se sigan suscitando muchas vocaciones en nuestra diócesis para este valioso ministerio.
Antonio José Ocampo Franco
Candidato al Diaconado Permanente
Parroquia San Miguel Arcángel – Subachoque
3 respuestas a «Diaconado permanente, matrimonio y familia»
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Estoy de acuerdo,
La familia parte fundental para dar testimonio y entrega al.Señor Jesús hijo de Dios y mamita Maria -
Hermoso servicio y Gran oportunidad de vivir esa doble sacramentalidad.
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Super interesante y motivador. Que gran iniciativa
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